Desde hace algunos años, percibo una tendencia realmente objetable en el mundo de la "pintura": la desastrosa influencia que tienen los medios de difusión (que no comunicación) sobre el planteamiento de algunos pintores "realistas" o hiperrealistas cuando componen sus "retratos".
Dichos autores, a la hora de elegir la pose final del retratado, incluyen sin miramientos ni restricciones, una amplia sonrisa del sujeto.
Este pesado lastre, proveniente principalmente, de la "cultura" audiovisual norteamericana, anula completamente el acceso a una Sinápsis transcendente y profunda por parte del Espectador al contemplar la "obra"; ya que irremediablemente, se activan las neuronas espejo sin remisión en el proceso de percepción, quedando el "contagio emocional" emitido, en una mera anécdota, tal y como ocurre en los anuncios de dentífricos, en las fotos de cumpleaños, del National Geografic etc., o en el lenguaje publicitario en general.
Todo esto, impide el acceso a la Verdad del Retratado y sus circunstancias como Ser Humano, puesto que la barrera creada por el irrevocable artificio de una pose basada en un presunto instante "feliz" (en el mejor de los casos), deja al Observador en el pantanoso y turbio territorio de lo frívolo, lo fugaz y lo insustancial.
Por otro lado, este supuesto "atajo emocional" perfectamente estudiado por parte de publicistas y expertos en marketing, denota una falta de sensibilidad y/o de conocimientos terribles por parte del pintor, haciendo que el resultado final de este tipo de retratos adolezcan de una vulgaridad sin precedentes.
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No estoy en contra de la alegría a la hora de plantear un Retrato -siendo muy importante el tratamiento a nivel conceptual-, aunque prefiero sin lugar a dudas, la sobriedad y/o la templanza formal, a fin de establecer la Verdadera Comunicación entre el Espectador y el Retratado, dando paso, al inequívoco e íntimo encuentro entre dos Seres Humanos.
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